“Ser
negro y consciente es estar en un estado de cólera permanente”
(James Baldwin)
El desahogo de CarlosAlberto Angulo Góngora, un hombre negro de 33 años, frente a patrulleros de la Policía Nacional
que lo intentaban requisar en el centro de Bogotá, ha causado un gran debate en
los medios de comunicación y medios sociales de Colombia. La sorpresa y
alboroto en las redes sociales revela otro escándalo: el privilegio
racial de una sociedad civil indiferente a la condición
infra-humana/sub-ciudadana de las gentes negras del país. Es como que de
repente se descubrió que hay racismo en Colombia. Y lo descubrió
porque dos agentes de la policía hicieron en público lo que la sociedad hace
diariamente con lo que uno puede llamar “el cuchillo suave”[2] del
racismo cotidiano.
Colombia, como los demás
países de America Latina, es un país brutalmente racista: los negros están
subrepresentados en los espacios de privilegio y poder. La proporción de negros
en las universidades públicas colombianas consigue ser más vergonzosa que la
brasileira. Las cadenas de televisión mas parecen que están en Suiza con su
obsesión en presentar en las pantallas un país blanco. Según Afrodes
(Asociación de Afrodescendientes Desplazados), de los más de 6
millones de desplazados por el conflicto armado, 2 millones son negros[3]. Departamentos como Choco y Nariño registran indicadores sociales como analfabetismo, falta de acceso
a la salud, desnutrición crónica ymortalidad infantil que deberían por lo menos hacernos todos
llorar[4]. Informe de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos, (CIDH) revelaba en 2009 que 27% de los adolescentes
afrocolombianos no tienen acceso a la educación media. Ahora en 2015 la
CIDH llamó la atención de las autoridades colombianas sobre la grave
situación en las ‘zonas de conflicto armado’: el desplazamiento forzado,
el asesinato y la violencia sexual siguen siendo una estrategia de guerra
en contra de los territorios negros. El asesinato de Gilmer Genaro García
Ramírez, en el último mes de agosto es solamente uno de los muchos casos de asesinato de
líderes negros y negras en la región del Pacífico Colombiano[5].
Si es verdad que desde
la abolición de la esclavitud, hace un siglo y medio, no hay discriminación
formal en Colombia (en verdad el país es uno de los más progresistas
en términos leyes que garantizan políticas multiculturales), la realidad
muestra que el racismo no es una excepción como nos quieren hacer
creer los medios de comunicación con lo que le pasó a Carlos Angulo. Faltan negros en los espacios de poder y
privilegio. Sobran negros trabajando en el ‘rebusque’ en las calles o en la
servidumbre neocolonial en el empleo doméstico. La tensión racial, enmascarada
en el discurso de la cordialidad, puede ser vista por ejemplo en el hecho de
que taxistas de Bogotá seleccionan sus pasajeros de acuerdo con el color de la
piel,[6] o, en lo que una socialite
caleña lo dejó escapar en
entrevista a la revista espanola “Hola”, no somos racistas, “en Cali trabajamos
con personas de color".[7] O sea, “las personas de color” son bienvenidas….
Con tanto que sepan su lugar en el orden social.
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Amnesia y verdad racial
Carlos mismo dejó explicito que su ‘encuentro racializado’ con la
policía no es una novedad. “Parece que este país no tiene ningún antecedente de
racismo….si vemos la historia de Colombia, ha sido racista,
completamente racista con el pueblo negro. Ha esclavizado por 350
años el pueblo negro y lo tiene en condiciones de vida parecida a 150
años aun que nosotros seamos supuestamente, ante la ley,
considerados hombre y mujeres libres”, dijo en entrevista a la Radio Minga
Web.
¿Por qué entonces el escandalo frente el video de un hombre negro siendo
requisado por dos agentes de la Policía Nacional? Porque la sociedad no se
escandaliza con los índices insidiosos de calidad de vida de la población
afrodescendiente en la orilla del rio y en el casco urbano de ciudades como
Cali, Buenaventura, Bogotá…? El vídeo llama la atención no por lo que es (un
gesto mundano, ordinario, normalizado de una persona negra más siendo humillada
en una calle de una ciudad cualquiera). El vídeo causa perplejidad a la
sociedad civil blanco/mestiza porque no se esperaba que ‘el negro’ levantara la
voz y rechazara ser víctima del racismo cotidiano. El video llama la atención
porque la violencia de la policía es una violencia pornográfica, explicita, al contrario
de la violencia cotidiana silenciosa en la cocina de las elites, la violencia
de la representación estigmatizada de la infancia negra en los libros
didácticos, en el asesinato de la auto-estima de los jóvenes negros en los
medios de comunicación, la segregación espacial de las ciudades racialmente
divididas.
Un paralelo perturbador
con la realidad brasilera: en mayo de 2012, Paulo Sergio, un hombre
negro, escaló el lastro de la
bandera brasilera en la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia, gritando:
“Brasil es una patria asesina! Brasil mata a los negros!”. Su
denuncia causó alboroto semejante y fue presentada en los
medios brasileños como un acto de
trastorno mental, aunque Paulo Sergio tenía toda la
razón. Entre 2002 y 2012 el país del futbol ha asesinado a 272,000 negros/as.
En el nordeste brasileño, la tasa de homicidios de jóvenes negros es de 80 para
cada 100,000, mientras que a de los jóvenes blancos es de 17/100,000[8]. Obviamente muchos de los asesinatos no tienen el
envolvimiento de la policia, aunque las fuerzas policiales de Brasil
han asesinado a 11, 197 personas en los últimos diez años y 70% de estas eran
negras[9].
Como en Colombia, la
violencia homicida de las ciudades brasileras es también una violencia
racializada que le roba años de vida a las personas negras. Como en
Colombia, la sociedad civil brasileira responde con indiferencia a la
tragedia diaria del racismo anti-negro. La condición negra es una condición tan
precaria y a lo mismo tiempo tan ‘natural’que la reivindicación de ser
ciudadano, presente en el gesto de Carlos Angulo y en la protesta solitaria de
Paulo Sergio, no lo conmovió a nadie. Que Brasil sea una patria asesina de
negros es algo tan natural que el dicho popular trágicamente reproducido hasta
por las victimas del racismo es que ‘derechos humanos son para los humanos’ y
que los negros son ‘elementos sospechosos’, y que los que reclaman son
“acomplejados”.¿Alguna coincidencia con Colombia?
Luchar para ser incluido
en la comunidad ‘humana’ (quiere decir, ser reconocido como humano) parece algo
inconcebible para el siglo XXI cuando mirado desde la sociedad civil. Sin
embargo, mientras otros grupos se organizan para luchar por derechos sociales bajo
categorías como “trabajadores”, “campesinos” y “ciudadanos”, los negros y
negras (en Brasil, en Colombia, y en toda América Latina) todavía luchan por
ser reconocidos como humanos. Esta es la distinción fundamental que
ni mismo la mas progresista izquierda latino-americana ha comprendido. La
condición negra es la condición paradigmática del “no-lugar”, o, utilizando una
expresión cara a Frantz Fanon, los negros ocupan la “zona del no-ser”[10].
Raza tal vez no explique todo, pero raza sigue siendo una herramienta de dominación
importante en nuestro régimen racializado de ciudadanía.
Es por esta lógica que
uno puede entender el desahogo de Carlos Angulo frente a la interpelación
racial: “una requisa, negro”. Obviamente que “negro” aquí no es solamente un
adjetivo (cualquiera que sea la connotación empleada) es más bien un marcador
fundamental de la distinción entre humano y no-humano, ciudadano y delincuente.
Esa doble negación, ni derechos ni humanos, es lo que uno capta de
la frustración y del grito de rabia de un “negro” detenido en su camino al
trabajo, mientras los “ciudadanos” siguen libres ejerciendo su derecho de ir y
venir. Las dos categorías “negros” y “ciudadanos” son irreconciliables porque
la nación no es hecha para los negros/as. Como lo dice Carlos “nosotros los
negros hemos hecho una enorme contribución a la construcción de la nación pero
no respetan nuestra humanidad”. Este es el impase histórico para Colombia, para
Brasil y para la América Afro-Latina. ¿ Donde situar a las gentes negras en el proyecto de la nación? En
este sentido, los dos patrulleros de la Policía Nacional han prestado un
servicio a Colombia: han expuesto la verdad racial que produce identidades
patologizadas y sostiene privilegios en la tierra del realismo mágico.
Notas:
[1] Jaime A Alves es profesor de antropologia de la City University of
New York/CSI y miembro del movimento negro en Brasil. Es también investigador
asociado del Centro de Estudios Afrodiasporicos (Grupo
Interseccionalidades) de la Universidad Icesi. Email: amparoalves@gmail.com
[2] Por supuesto no es tan ‘suave’. Aun que en otro contexto,
estoy tomando de préstamo la expresión
a Arthur Kleinman y Veena Das. ‘Remaking a World’. U California Press.
[3] En “Afrodes Statement on Colombia Peace Process, disponible en
http://colombiapeace.org/2014/06/26/afrodes-statement-on-colombia-peace-process/
[4] Para un reciente análisis de la condición racial en Colombia , ver
por ejemplo el Boletin Polis/Universidad Icesi., ano 9, n.13. Disponible
en
http://issuu.com/polisicesi/docs/boletinpolis_13_final_final/24?e=1176296/13116452
[5] OEA, ‘CIDH condena asesinato de líder afrodescendiente en Colombia’,
disponible en http://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2015/094.asp
[6] El Pais, “¿Hay un acuerdo ‘racista’ entre los taxistas de Bogota?
Disponible en
http://www.elpais.com.co/elpais/colombia/noticias/taxista-bogota-dice-presta-servicio-afrodescendientes
[7] La Semana, “La foto de la Discordia”. Disponible en
http://www.semana.com/nacion/articulo/la-foto-discordia/250614-3
[8] Indice de Vulnerabilidade
http://g1.globo.com/politica/noticia/2015/05/jovem-negro-tem-25-vezes-mais-chance-de-ser-morto-diz-relatorio.html
[9] La prensa. ‘Policía de Brasil mata a 11 mil 200 personas en cinco años’.
Disponible en http://www.prensa.com/mundo/Brasil-Policia-mata-personas-anos_0_4070592901.html
[10] Frantz Fanon, ‘Black skin, white masks’. Grove press, 2008. Aqui
estoy tambien en dialogo con la critica hecha por el movimiento teorico
“afropesimismo” liderado por Saidiya Hartman y Frank Wilderson entre otros.
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